martes, 14 de julio de 2009

Perdí la ruta

Repetitívamente, estancado. Pensamientos aglutinados: la luna triste, el mar que azota, y ese gordo sol.
Amo las plantas, pero nada significa ese amor. No basta con la definición de la palabra.

Puedo hablar con ellas, conocer su esencia verde, beber de su alma, y sin embargo, allí están marchitas, en sus maceteros secos.

Yo contemplo su muerte, aséptico, casi curioso, y otros lloran estos y otros decesos.

Tengo, sin embargo, sin explicación ni paz, el recuerdo de grandes llantos. Unos frente a todos sus ojos buscando pacificar los míos, y los únicos que quería mirar, ya no se abrirían más.

“Es un extrañar de las bellezas” trato de entender. La vida se da sola, la muerte también.

Pero no siempre se abrirán para uno, aquellos negros y estos azules, ojos.

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